Después de la ocupación francesa, Fernando VII fue proclamado nuevo monarca de España y regresó triunfante a Madrid en 1814. En ese mismo año, se mostró receptivo a las propuestas de su esposa, Isabel de Braganza (1797-1818), sobre el proyecto del museo. La reina Isabel había encontrado documentos de Carlos III dirigidos a Anton Raphael Mengs, pintor alemán de gran ascendiente en la corte de finales del siglo XVIII, sugiriéndole apoyo para crear el museo. Aún entonces, se barajaba como futura sede el Palacio de Buenavista, frente a la Fuente de Cibeles, pero basándose en los planos encontrados, doña Isabel dio impulso a la fundación del Museo Real de Pintura y Escultura en el edificio diseñado por Villanueva, que había resultado muy dañado durante la invasión. Fernando VII aportó dinero de su bolsa personal para techar y acondicionar unas pocas salas.
El horario original estaría abierto al público únicamente los miércoles de cada semana desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde.
Isabel de Braganza murió en 1818, por complicaciones en su segundo parto y no llegó a ver concluida su obra. El rey decidió contraer matrimonio nuevamente. Con motivo de la celebración del matrimonio entre Fernando VII de España, y su tercera esposa María Josefa Amalia de Sajonia, el Prado fue inaugurado el 19 de noviembre de 1819, bajo el nombre de Museo Real de Pintura y Escultura. Cuando esta nueva institución abrió sus puertas exponía solamente trescientas once pinturas, todas ellas de escuela española, destacando cuadros de Diego Velázquez, Juan de Juanes, Claudio Coello, Francisco de Goya (aún vivo) y José de Madrazo. Para entonces ya se habían trasladado desde los diversos Reales Sitios varios cientos de obras más a los almacenes, pero todavía no podían mostrarse al público al estar aun a medias las obras de acondicionamiento del edificio. El museo estaba marcado por una impronta característica de la corona española desde Carlos I y que más tarde Felipe IIllevó a su máxima expresión con las obras realizadas por Tiziano en el Palacio del Pardo y el monasterio de El Escorial. Gracias al apoyo recibido por Fernando VII, hacia 1827 el Prado ya contaba con cerca de cuatro mil obras, dándole así un prestigio en los altos círculos del arte europeo.
Del siglo XIX a la actualidad
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La organización directiva del museo presenta tres etapas, a saber:
- Etapa del absolutismo: En esta fase, la dirección del museo era designada por la oficina del rey, y estaba ligada a los juegos políticos de la época. Recibe su nombre ya que ocurrió en la época de los monarcas absolutos como Fernando VII y su hija Isabel II.
- Artística: Al caer Isabel II, la tarea de dirigir el Prado pasó a manos de los artistas, como Federico Madrazo.
- Historiadores del arte: Los estragos de la Guerra Civil llevaron a Francisco Franco a ceder estos puestos a los intelectuales conocedores de museografía, como Francisco Javier Sánchez Cantón, designado en 1960.
Fernando VII nombró como director del Prado a José Gabriel de Silva-Bazán y Waldstein, mayordomo mayor del Palacio de Oriente y Marqués de Santa Cruz. A este personaje sucedieron en el cargo el Príncipe de Anglona, el Marqués de Ariza y el Duque de Híjar, asesorados cada uno por los pintores Luis Eusebi, Vicente López y José de Madrazo. El duque de Híjar obtuvo el Cristo crucificado, obra de Velázquez.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, y la serie de las Guerras Carlistas, Isabel II ocupó el trono. En ese momento la aún joven institución vivió su primera crisis, cuando por cuestiones hereditarias se planteó tasar y dividir la colección (aún de propiedad real) entre la reina y su hermana. Finalmente, esta última fue indemnizada y la colección permaneció unida.
En 1865, siendo director del Museo Federico de Madrazo, pintor español, se decidió que la colección del museo se organizara por escuelas, y pasase a denominarse Museo del Prado. Muchas de las pinturas en El Escorial fueron trasladadas al Prado, y también el Tesoro del Delfín. Otro hecho que marcó la historia del museo sucedió en 1872, cuando Amadeo Ianexó el Museo de la Trinidad, con sus respectivos fondos de pintura y escultura al Museo del Prado. Al igual que el Museo de la Trinidad, muchos monasterios españoles de Ávila, Segovia y Toledo corrían riesgo de perder su patrimonio por acción de la desamortizacióndecretada en 1835 por Juan Álvarez Mendizábal, entonces Ministro de Hacienda. Pero sólo cien obras fueron seleccionadas para ingresar al Prado, mientras que el resto se dispersó por toda la península ibérica.
La historia del Museo del Prado es en gran medida un reflejo de la situación política española: Tras la caída de Isabel II, Amadeo de Saboya fue nombrado monarca español y trató de remediar la difícil situación económica por la que pasaba el Prado, pero las deficiencias se debían no sólo al dinero, sino también a una gestión personalista y poco profesional. El cronista Mariano de Cavia, con un artículo periodístico falso, simuló que la noche del 24 de marzo de 1891 el Prado había sufrido un incendio. La población de Madrid acudió alarmada al museo, comprobando que todo había sido una llamada de atención. La alarma de Cavia estaba justificada: personal del museo vivía y cocinaba en el edificio, para lo que se almacenaba leña, con el consecuente riesgo. La polémica forzó a adoptar medidas, aunque los suelos de madera de las salas no se sustituirían por mármol hasta bien entrado el siglo XX.
Durante la Guerra Civil Española, se intentó preservar la colección de pinturas de los bombardeos, por lo que se trasladaron primero a Valencia y más tarde a Ginebra, Suiza. En el trayecto a esta última ciudad, el camión que llevaba la obra La carga de los mamelucosde Francisco de Goya chocó con un balcón. La pintura sufrió daños relevantes, que fueron reparados discretamente.Ya en 2008, dichos daños fueron subsanados de forma ya definitiva, reintegrando los detalles perdidos mediante el uso de fotografías antiguas. Tras la contienda los cuadros regresaron a España.
Francisco Franco, jefe del Estado español tras la guerra civil, nombró como director al pintor Fernando Álvarez de Sotomayor, pero a la muerte de éste designó a Francisco Javier Sánchez Cantón, quien se rodeó de un grupo de antropólogos, museógrafos, pintores e historiadores para reformar la estructura del museo. En 1980 se constituyó la Fundación Amigos del Museo del Prado, impulsada por el historiador de arte Enrique Lafuente Ferrari, que fue también su primer presidente.
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