martes, 29 de septiembre de 2015

LAS 10 PINTURAS MAS FAMOSAS DEL MUNDO. LAS TRES GRACIAS. (Pieter Paul Rubens)



Las Tres Gracias.  (Pieter Paul Rubens)

Esta soberbia tabla de Las Tres Gracias formó parte de la colección de Rubens hasta su muerte. Hay versiones encontradas sobre si fue adquirida para Felipe IV, o supuestamente regalada al Rey por la segunda mujer del pintor, Helena Fourment. 


En 1666 la obra fue inventariada en el Alcázar de Madrid, en las Bóvedas de Tiziano, junto a los desnudos que este pintor realizó para Felipe II. Durante el siglo XVIII se la consideró como la pintura más conflictiva de la Colección Real y estuvo a punto de ser destruida. Aunque su destino final fue confinarla en una de las distintas Salas Reservadas que estaban destinadas a la pintura de desnudo (Casa del Rebeque, Academia de San Fernando y Museo del Prado). Esta incomunicación se abandonó en 1838 cuando pasó a exhibirse en la colección general del Museo. 


El pintor flamenco representó en esta tabla a las tres hijas de Zeus y Eurínome. Otras veces su madre podía ser Hera. Las Cárites griegas, que se corresponden en la mitología latina con las Gracias, se llamaban: Áglae (la deslumbrante), Eufrósine (la gozosa) y Talía (la floreciente). El primero en mencionarlas fue el poeta griego Hesiodo (siglo VIII a.C.) en su obra Teogonía. Las descripciones que siempre se hicieron de ellas las presentaban desnudas y entrelazadas por los hombros, sin principio ni fin. La iconografía habitual de estas diosas, representadas tanto en piedra como en pintura, se corresponde con la descripción literaria. 
Las Gracias habitan en el Olimpo, junto a las Musas, y protegen a los filósofos. Son las diosas de la belleza, el encanto y la alegría. Su influencia se aprecia en los trabajos del espíritu y en las obras de arte. 
Es muy posible que la inspiración rubeniana partió de diversas versiones sobre este tema, como podría ser el grupo helenístico de la catedral de Siena que pudo haber admirado en su viaje por Italia, o bien utilizó la estampa, muy divulgada en su época, del grabador florentino Marco Antonio Raimondi sobre este asunto. 
El pintor flamenco sigue en esta tabla la tradición establecida y las presenta: desnudas y entrelazadas, una de espalda y dos de perfil. Sitúa a las Gracias en un primerísimo plano que destaca la morbidez de sus cuerpos desnudos y luminosos. El espacio que las circunda representa un paisaje con una línea de horizonte baja, que realza aún más sus contornos. Las figuras a su vez están enmarcadas por una fuente clásica a su izquierda, propia de un jardín, y un árbol al lado contrario. Rubens, para crear un espacio escenográfico que enmarquen a las Gracias, coloca sobre sus cabezas una magnífica guirnalda de rosas colgada de las ramas del árbol igual que sus ropas abandonadas. 
Era habitual que su segunda mujer, Helena Fourment, posara como modelo, como hizo para esta tabla. Según Eugenio d'Ors, la otra figura podría representar a su primera mujer, Isabel Brandt, lo cual es posible aunque no verosímil. 
Existen dos dibujos preparatorios para Las Tres Gracias; uno se encuentra en el Museo Nacional de Varsovia y el otro en el Courtauld Institute de Londres. 

ANÁLISIS DEL CUADRO

Como en otros cuadros de tema mitológico, Rubens lo plantea de modo muy distinto al de los artistas que le precedieron. En efecto, esta obra del llamado príncipe de los pintores flamencos es la antítesis de la obra anterior de Rafael Sanzio Las Gracias, caracterizada por un sentimiento general de castidad.Representan a las hijas de Zeus y pueden citarse como tipo de belleza ideal aunque pueden corresponder a la belleza más sensual. AglayaTalia y Eufrósine no fueron para Rubens más que una excusa para pintar tres academias femeninas, reproducción de las exuberantes formas de sus habituales modelos.

La composición respeta el modelo clásico que representa a las Gracias completamente desnudas y reunidas, pero cambia la relación entre las tres figuras que están conectadas entre sí a través de los brazos, el velo transparente que las cubre, y sus miradas, es decir, psicológicamente, dando así nueva unidad al grupo. La disposición de las Gracias forma un triángulo, estando la de en medio de espaldas, con la cabeza vuelta y apoyada en sus compañeras.

Las tres hermosas mujeres se caracterizan por la ampulosidad de sus contornos. Parecen más bien tres desenvueltas bacantes que las pudorosas Cárites de la mitología griega. Aparte de estas tendencias realistas, la composición del gran artista de Flandes destaca por la elegancia con que están agrupadas las tres figuras y por el gran conocimiento que demuestra en el moldeado de las carnes que por su morbidez y frescura aparecen palpitantes. Estas carnaciones claras irradian luz al resto de la obra. El trío está enmarcado a la izquierda por un árbol y a la derecha por una cornucopia doradade la que brota agua, con una guirnalda de flores por encima.

A esto se une la esplendidez de un colorido cálido, brillante y luminoso con un fondo constituido por un pintoresco paisaje de una gran sutileza. En él pueden distinguirse pequeños animales pastando.

Se dice que al menos una de las figuras es reproducción de la segunda mujer de Rubens, Helena Fourment, o incluso variaciones sobre el mismo rostro de su esposa. Otros creen reconocer las facciones de las dos esposas del pintor: Isabella Brant y la ya citada Helena Fourment.

Este cuadro fue adquirido por el rey Felipe IV de España entre los bienes del pintor, subastados tras su fallecimiento el 30 de mayo de 1640. Pasó la pintura a decorar una de las salas del Alcázar de Madrid, y en el siglo XIX se instaló en el Museo del Prado.

PIETER PAUL RUBENS

(Siegen, actual Alemania, 1577-Amberes, actual Bélgica, 1640) Pintor flamenco. Fue la gran figura del Barroco en la Europa septentrional. Las fuentes lo recuerdan como un gran humanista, un idealista clarividente, hombre reservado y honesto que despreció la actitud arrogante de los poderosos. Tuvo más influencia que Rembrandt a pesar de que a su pintura grandilocuente le falta algo de sinceridad. 

En razón de las creencias religiosas de su padre, un abogado calvinista, pasó su primera infancia en Siegen y Colonia. En 1587, la muerte de su progenitor le permitió desplazarse a Amberes, donde estudió pintura con tres artistas poco conocidos; uno de ellos, Otto Vaenius, le indujo a realizar el tradicional viaje a Italia, que resultó decisivo para la formación del artista. 


Detalle de su Autorretrato de 1623

A lo largo de ocho años (1600-1608), recorrió los principales centros artísticos italianos y copió obras maestras para la colección de su mentor, el duque de Mantua. Durante el período italiano produjo sus primeras obras (La exaltación de la cruzEl bautismo de Cristo), muy influidas todavía por la pintura italiana y alejadas de su estilo de madurez. Lo más relevante de esta época es seguramente la serie de retratos aristocráticos que pintó en Génova. 

Después de un viaje a España, adonde fue enviado por el duque de Mantua para llevarle unos presentes a Felipe III y donde realizó algunas obras, en 1608 regresó a Amberes debido a una grave enfermedad de su madre y se estableció definitivamente en esta ciudad, que sólo abandonó más adelante para la ejecución de encargos concretos. Abrió en Amberes una casa-taller en la que, con la colaboración de numerosos ayudantes especializados, ejecutó gran número de obras en respuesta a la multitud de encargos que recibía. 

En las realizaciones de los años 1601-1614 (Adoración de los MagosAnunciaciónEl descendimiento de la cruz), la personalidad artística de Rubens aparece ya definitivamente formada: grandiosidad y sentido dramático, dinamismo intenso, pasión por el dibujo. Paulatinamente, los intereses del artista se amplían y añade el género mitológico al religioso, así como el paisaje y el género costumbrista. Mitológicas son, de hecho, algunas de sus obras más conocidas, como Las tres Gracias, el Rapto de las hijas de Leucipo o Diana y las ninfas, en las que resulta evidente la inclinación del artista hacia las musculaturas poderosas, las carnes sonrosadas y exuberantes y las tonalidades claras y alegres.

Por otra parte, revalorizó el cuadro de caza y de batallas, un género muy adecuado a su preferencia por el dinamismo y las composiciones complejas, y sobresalió también como creador de escenas costumbristas (El jardín del amor) y de cartones para tapices, con grandes ciclos como la Historia de Aquiles y el Triunfo de la Eucaristía

A partir de 1620 recibió importantes encargos de varias cortes europeas, entre ellos el de la historia de María de Médicis para el palacio del Luxemburgo de París y la decoración del salón de banquetes (banquetinghouse) del palacio de Whitehall, en Londres. En estas obras destinadas a la decoración de amplios ambientes, el genio pudo dar rienda suelta a su sentido monumental y decorativo de la pintura a través de enormes frescos cargados de figuras y de motivos ornamentales, en los cuales la composición se basa en grandes líneas diagonales que añaden, si cabe, mayor sensación de movimiento al conjunto. 

En su faceta de retratista, Rubens se inclinó por la idealización de los rostros y la magnificencia de las actitudes; además de personajes importantes, retrató en obras encantadoras a sus dos esposas, Isabel Brandt y Helena Fourment; la primera murió en 1626 y cuatro años más tarde, en 1630, Rubens contrajo matrimonio con la segunda, una hermosa joven a la sazón de dieciséis años, a quien conocía desde niña.

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